Sábado Oscuro no es de autor

Sábado Oscuro no es de autor
Foto por Gabriel Camero Gärtner

Por Marco Velez Esquivia (Director)

La teoría del autor hace referencia a la teoría de la realización de películas cinematográficas en la que el director es visto como la principal fuerza creativa en un filme. Surgida en Francia a fines de la década de los cuarenta, la teoría del autor, como la denominó el crítico de cine estadounidense Andrew Sarris, fue una consecuencia de las teorías cinematográficas de André Bazin y Alexandre Astruc.

Una piedra angular del movimiento cinematográfico francés conocido como la Nouvelle Vague, la teoría del director como autor se avanzó principalmente en el periódico Cahiers du Cinéma, fundado en 1951 por Bazin. Dos de sus teóricos, François Truffaut y Jean-Luc Godard, se convirtieron más tarde en los principales directores de esta nueva ola francesa.

La teoría del autor, que se deriva en gran medida de la elucidación de Astruc del concepto de caméra-stylo, traducido como cámara-pluma, sostiene que el director, que supervisa todos los elementos visuales y de audio de la película, debe ser considerado más como el autor de la película que el escritor del guion.

En otras palabras, elementos visuales fundamentales como la ubicación de la cámara, la puesta en escena, la iluminación y la duración de la escena, más que la trama, transmiten el mensaje de la película. Los partidarios de la teoría del autor sostienen además que las películas de mayor éxito cinematográfico llevarán el sello personal inconfundible del director.

Mientras que obviamente Sábado Oscuro dice «una película de Marco Vélez Esquivia» y puede que la idea detrás del filme haya venido de una experiencia personal mía, creo que sería una mentira decir que la película es de mi autoría. Nunca he creído en la teoría del autor para crecer mi ego como director y como artista, y sería falso de mi parte disminuir el impacto de la colaboración de un gran grupo de personas que fueron una parte integral de todo este proceso.

Foto por Gabriel Camero Gärtner

A menudo me preguntan cómo he podido dirigir, escribir y producir tantos proyectos en los últimos años. Dejando a un lado toda falsa modestia, mi resultado puede ser bastante impresionante. Solo este año trabajé en las diferentes etapas de los múltiples proyectos entre películas independientes y algunos programas de televisión, algunos eventos en vivo y series web. Participaré en festivales, mercados y encuentros cinematográficos; terminaré un par de guiones para futuros proyectos; dictaré un par de cursos de producción cinematográfica; escribiré y editaré este libro, entre varias cosas más.

Todo suma y parece mucho si piensas en una persona tratando de hacer todo esto por su cuenta. Entonces, ¿cómo lo hago? Bueno, una respuesta es que tengo una desesperación fundamental por hacer cosas, y he estado dispuesto a destruirme a mí mismo para hacer esas cosas. Este es un elemento extremadamente útil y peligroso de mi personalidad.

Pero la respuesta más simple es que no hago todos estos proyectos por mi cuenta. De hecho, no hago ninguno de ellos por mi cuenta. Y parte de la razón de esto son las limitaciones de tiempo, pero principalmente tiene que ver con una ideología que he desarrollado a lo largo de los años sobre lo que significa ser un artista original.

Foto por Gabriel Camero Gärtner

Por bastante tiempo, pensé que quería ser un autor como había leído a mis críticos de cine favoritos. Pero he descubierto que esta es una palabra peligrosa y, francamente, estúpida. En mi opinión, la mayoría de las malas películas que vemos provienen de personas que tienen una mente cerrada y que no están dispuestas a comprometer su visión de un proyecto.

Para ser claros, algunas personas realmente pueden visualizar una obra de arte y, de alguna manera, hacerla extraordinaria. Parece que personas como Alfred Hitchcock y como los hermanos Coen tienen una visión específica de cómo se verán sus películas desde el momento en que comienzan a escribirlas, y luego, de alguna manera, pueden realizar esa visión y hacer que esas películas, en su mayor parte, sean impecablemente asombrosas.

Yo, sin embargo, no soy Alfred Hitchcock ni Joel o Ethan Coen. Probé ese enfoque en varias de mis películas anteriores pero dicho proceso no me dejó satisfecho así el resultado final fuera muy bueno. Ha sido un aprendizaje darme cuenta de que soy un ser humano que es bueno en algunas cosas y no tan bueno en otras. Soy capaz de acertar y de equivocarme en cualquier momento durante el proceso creativo, y necesito de la ayuda de personas inteligentes y emocionadas con crear para poder generar la mejor versión de mí mismo que puedo ser.

Foto por Gabriel Camero Gärtner

Y es por esto que he implementado el enfoque de llegar hasta donde puedo llegar con un proyecto para luego ir a encontrar más personas que son inteligentes y talentosas para que se sumen al proyecto. Un proceso muy importante para mi es hacer mi mayor esfuerzo para que mi trabajo llegue al menos al ochenta por ciento tan bueno como puede ser. Normalmente allí me encuentro con un muro y comienzo a compartir mis ideas con Lina Ortiz.

Después de pasar bastante tiempo pensando en la idea de una película, de discutirla en mi mente, de proponer ideas para su estructura, sus escenas, personajes y la trama, comienza la fase de narración oral donde intento verla a los ojos y ver donde despierta su interés y dónde se desvanece. Esto es importante para mí porque veo cómo la historia va tomando fuerza y dónde necesita ser trabajada.

En el caso de Sábado Oscuro, necesitaba a un grupo de personas a mi alrededor para no solamente delegar responsabilidades sino para inspirarme y crear con un grupo de personas una película que se sintiera real. La primera persona que traje al grupo fue Juliana Ospina. A Juliana la conozco desde el 2016 ya que ella era la coordinadora académica de un laboratorio de guion el cual estaba participando con otro proyecto.

Nos conocimos charlando entre asesorías que tenía para el otro proyecto, y nos seguimos encontrando de vez en cuando en eventos de la industria. Desde que la conocí y a medida que hablábamos sobre cine, me di cuenta que algún día íbamos a poder colaborar en algún proyecto. Y Sábado Oscuro era el proyecto perfecto para trabajar juntos después de colaborar en un par de proyectos muy diferentes y de ver cómo podíamos complementarnos. Ella fue la primera persona a la que le escribí que si quería montarse en este proyecto tan diferente a lo que estaba acostumbrada pero tenía plena confianza que ella era la persona indicada para darle vida a la historia que quería contar.

No creo que el director de una película sea dios, como alguna vez lo dijo Hitchcock. Sinceramente el director es la persona que debe estar en dos sitios a la vez: en lo micro y en lo macro. Como director tengo que estar emocionalmente abierto en el momento fugaz entre acción y corte pero a la vez, intelectualmente mirando desde treinta mil pies de altura toda la historia de la película y como esos momentos, esos planos, esas escenas, esas secuencias interconectan entre sí para contar la historia que queremos contar y dar las sensaciones que queremos transmitir. Es por esto que uno de los trabajos más importantes de un director es saber elegir a sus actores. Diría que es la decisión más esencial para una película.

Conocí a David Moncada en el 2018 como parte del elenco de la serie web La Brega. Me habían contratado como director de la nueva temporada de la serie donde terminé dirigiendo 24 episodios. Por el ritmo tan acelerado que demandaba la producción de la serie nunca realmente pude detenerme para hacerme amigos con los actores, pero pude ver el talento tan enorme que tenía este grupo. Y aunque David y yo no conversamos tanto durante los rodajes de la serie, sabía que tenía un talento bastante grande que algún día iba a poder explorar. Allí fue donde, unos tres años más tarde, pudimos trabajar juntos en mi película Ultraviolencia y pude experimentar de cerca su talento en un proyecto completamente diferente al de la serie web.

Mi recuerdo de conocer a Ana Isabel Castillo viene del Festival Internacional de Cine de Cartagena en el 2019. En ese festival estaba con un proyecto en el Encuentro Internacional de Productores y con mi película Ruido en la sección de Work In Progress. Eso quiere decir que estaba bastante ocupado pero las pocas veces que interactuamos durante el festival causó una impresión. Si hay algo diferente en mi forma de ser director es que odio las audiciones. Prefiero ver a los actores actuando y eso fue lo que hice con Ana. Vi todo lo que pude ver de los proyectos en los que había participado y sentía que tenía un talento para afrontar personajes de una manera diferente. Le ofrecí un personaje pequeño que tenía una especie de monólogo en mi película Tiempo Presente y pude ver que ella sería la persona adecuada para un personaje en Ultraviolencia.

A partir de la experiencia de filmar Ultraviolencia, y de que ellos me conocieran mejor y mi forma de trabajar, y yo de conocerlos no solamente laboralmente pero también personalmente, pude identificar en ellos que serían las personas idóneas para darle vida a Isabel y a Miguel. Ellos dicen que no tienen idea cómo pude saber que ellos podían ser la pareja de actores perfecta para la película. Lo que ellos no sabían es que desde el principio estaba metiendo su ADN en la tela de Sábado Oscuro por lo que la película era tan de ellos como era mía y de Juliana.

Foto por Gabriel Camero Gärtner

Para terminar, una pequeña anécdota de algo que sucedió en el set. En uno de los planos largos que hicimos, yo estaba en el segundo piso del apartamento compartiendo monitor junto a nuestro gaffer porque nuestro foquista tenía su propio monitor ya que le había pedido hacer muchos cambios de foco durante el plano lo cual también requería que el gaffer hiciera inalámbricamente unos cambios en el diafragma del lente porque a veces los actores quedaban en zonas más oscuras o más iluminadas. Durante el plano, el foquista y el gaffer seguían a los actores a través del foco y de la exposición, pero yo los seguía emocionalmente. En voz baja, la cual sólo escuchaban las personas a mi alrededor pero yo sin saberlo, les decía a los actores que hacer. Después de unos veinte minutos que duró el plano, cortamos la toma. Nuestro gaffer se me voltea y me pregunta: 

- ¿Ellos te pueden escuchar?
- No, ¿por qué?
- Porque hacían exactamente lo que decías.
- Ellos no hacían lo que yo quería que hicieran. Yo estaba emocionalmente con ellos en la escena.

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